Texas

“Narcosatánicos”: 30 años después

El caso de Mark Kilroy marcó para siempre la historia del sur de Texas y el norte de Tamaulipas.

Hace tres décadas ocurrió un suceso que marcó para siempre la historia del sur de Texas y el norte de Tamaulipas: la desaparición y muerte de un estudiante universitario cuyo cuerpo fue encontrado un mes después en un rancho de Matamoros, esto como parte de un ritual satánico.

Hace tres décadas ocurrió un crimen que marcó para siempre la historia del sur de Texas y el norte de Tamaulipas: la desaparición y muerte de un estudiante universitario, cuyo cuerpo fue encontrado un mes después como parte de un ritual satánicoen un rancho de Matamoros.

Autoridades del condado Cameron calificaron el caso en aquel entonces como una secta de narcotraficantes seguidores de un culto satánico que sacrificó a más de una docena de personas.

Sus cuerpos fueron encontrados descuartizados en abril de 1989 en el Rancho Santa Elena. “Era horrible. Honestamente, era como un matadero humano,” expresó Alex Pérez, exalguacil del condado Cameron.

Entre las víctimas del clan se encontraba Mark Kilroy, un joven estudiante de Medicina que fue elegido al alzar por los narcosatánicos para ser sacrificado. Pero, ¿por qué?

De acuerdo con Jim Mattox, exprocurador general de Texas, era para “obtener las bendiciones de los esfuerzos del vudú y continuar sus actividades de contrabando.”

Autoridades dijeron que los contrabandistas seguían las órdenes de su líder, Adolfo De Jesús Constanzo, conocido como “El Padrino”, quien practicaba la religión afroantillana conocida como “Palo Mayombe” para que la policía no los detuviera, las balas no lo alcanzaran y para seguir haciendo dinero del narcotráfico.

Sin embargo, en la pesquisa sobre la desaparición de Kilroy, autoridades detuvieron a Serafín Hernández García, Sergio Martínez Salinas, David Serna Valdez y Elio Hernández Rivera. Hernández García confesó haberlo secuestrado y matado.

En 1989, Kilroy estudiaba medicina en la Universidad de Texas en Austin y esa primavera, él y sus amigos pasaron sus vacaciones de “Spring Break” en la Isla del Padre Sur. 

En la noche del 14 de marzo, Mark y sus amigos decidieron continuar la fiesta y cruzar a Matamoros, pero a las 2 de la madrugada, decidieron regresar por el puente fronterizo. No obstante, Mark se quedó atrás y a partir de ese momento, la fiesta se tornó en una pesadilla.

“Sólo me dijo no te preocupes Carl, eres mi amigo. Y esas fueron las últimas palabras que me dijo y fue entonces que nos dijimos adiós y cada quien por su lado. Y esa fue la última vez que vi a Mark,” contó Carl Routh, amigo de Kilroy, sobre aquella noche.

Los amigos de Kilroy notificaron su desaparición a las autoridades y a los padres de Mark diciéndoles que se había perdido en México. Los padres de Kilroy viajaron de Houston a Matamoros para ofrecer una recompensa de $15,000 con la esperanza de encontrarlo. Pero, el 11 de abril llegó la mala noticia.

Y es que encontraron los restos de Kilroy en el Rancho Santa Elena donde la policía también encontró los cuerpos mutilados de otras 13 víctimas a las que les habían sacado algunos órganos para preparar un brebaje para ser utilizado en ceremonias de santería.

Detrás de la muerte de Mark, estaban “El Padrino” y su discípulo Sara Villarreal Aldrete, quien era una joven divorciada y estudiante de educación física de Brownsville. Villarreal Aldrete era amante de “El Padrino” y conforme a las autoridades, tenía un papel protagónico en los rituales, así como también reclutaba a nuevos miembros de la secta.

El 5 de mayo de 1989 Villarreal Aldrete fue detenida durante un operativo en un apartamento en Ciudad de México. En ese operativo, Constanzo pidió a uno de sus seguidores que le disparara y Sara habría quedado sola para encarar a la justicia.

De los cuatro miembros del culto conocido como los narcosatánicos, sólo tres permanecen recluidos en el penal de Ciudad Victoria en Tamaulipas purgando una condena de 47 años. El cuarto miembro, Elio Hernández Rivera, murió en prisión. Y Aldrete purga una condena de 62 años.

Treinta años después del caso Kilroy, la comunidad se resiste a dejar en el pasado los crímenes de los narcosatánicos.

Exit mobile version